HISTORIA DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA PARROQUIAL DE LA VILLA DE YEPES.

INTRODUCCIÓN

En el conjunto monumental religioso de España, y muy particularmente de la provincia y diócesis de Toledo ocupa un lugar preeminente, por usar el calificativo que le diera el Arzobispo Siliceo, la monumental iglesia de la villa de Yepes, una de las más importantes de la provincia y tambien de las más interesantes de España por sus proporciones y singular belleza.
Su esbelta torre domina gran parte de la Mesa de Ocaña y es una invitación constante a visitarla.
Entre los muchos elogios que ha suscitado en sus admiradores, destaca el del conde de Cedillo, historiador de los monumentos toledanos, quien dice de ella que «es la mejor de la provincia y una de las mejores de España». En una obra de autor antiguo leemos: «es la más sumptuosa i magnífica que hai en todo el arzobispado i acaso fuera del, por lo menos no sé de otra».

ANTECEDENTES DE LA CONSTRUCCIÓN

A principios del 1530 la parroquia de Yepes ha evolucionado lo bastante para ser muy distinta a la que se asomara a la historia patria en las postrimerías del siglo XII, poblado apenas conocido en la época visigoda, vinculada más tarde a los mozárabes toledanos, repoblada por vecinos de la aljama de San Nicolás de Toledo y donada en 1213 al Arzobispo de Toledo Jiménez de Rada, de quien recibe su carta de Fuero el último día de 12.
Cuando da comienzo la construcción de la iglesia, Yepes tiene una población de 5.000 habitantes, dentro de una España de 8 millones, y que va en constante aumento merced, se escribe, a sus ricos vinos y tierras de pan llevar.
Al comienzo del siglo Yepes tiene una pequeña y antigua iglesia, levantada no se sabe en que tiempos, ruinosa e insuficiente para acoger a su numerosa feligresía, como se dice en constante aumento. Aunque pequeña ofrecía un conjunto armonioso y digno, ocupando el espacio de la de hoy por el tramo comprendido por cuatro columnas y de pared a pared en sentido transversal.
Tenía una Capilla Mayor separada de la nave de los fieles, torre en la cabecera de la iglesia, una capilla Santa Marta de la fundación Salazar con reja, situada al lado del Evangelio de la Capilla Mayor, cerrada con llave. Existía la capilla de San Lucas, de la que se escribe que era «lugar preeminente, cerrada con reja de forja, cerca de la torre y de la capilla de Salazar», en donde se pone el monumento el Jueves Santo; otra capilla a Santa Ana al lado de la Epístola hacía juego con la de Santa Marta de Salazar.
Radicaban en esta iglesia primitiva numerosas fundaciones, algunas muy antiguas (Salazar, 1473 y anteriores) y diversas capallenías y cofradías que hacían que el beneficio curado, ya a finales del siglo XV fuera muy importante.
En cuantos documentos encontramos de principios del siglo XVI se insiste machaconamente que la iglesia es vieja y pequeña. Esto debió ser verdad, pues los Arzobispos, a petición de la Parroquia y del Municipio, se vieron obligados a prohibir llevar sillas a la iglesia pues robaban el espacio que tanta falta hacía, lo que hace pensar en cierto hacinamiento de personas, sobre todo los domingos, festivos y grandes solemnidades de Semana Santa y Pascua que intentaban evitar con la construcción de una nueva iglesia.
La empresa que se intenta realizar supone un gran esfuerzo; la intención es hacerla con la limosna de los fieles y la ayuda del Concejo; aún así supera con creces sus posibilidades por lo que se recurre a los Arzobispos, Señores de la Villa, solicitando su ayuda y quienes acogen favorablemente la idea prometiéndoles su ayuda para llevarla a feliz término.
Por estas fechas trabaja en Toledo el famoso arquitecto Alonso de Covarrubias, toledano, «maestro en el arte de construir» a las órdenes del Cabildo Primado de cuya catedral es maestro de obras. También trabaja con el Emperador Carlos. El Cardenal Fonseca encargó a Covarrubias el proyecto o traza del templo y lo aprobó en escrito de 1532.

LA TRAZA DE LA NUEVA IGLESIA

Alonso de Covarrubias vive en la primera mitad del siglo XVI que marca una fiebre constructiva en toda España. Se escribe que de esta época y del siglo anterior son la mayoría de los templos, sobre todo los de mejor arte y mayor renombre.
Ya en este tiempo el estilo gótico iba cediendo el terreno al Renacimiento, importado de Italia y que en España recibe el nombre de plateresco.
En la traza de la iglesia de Yepes, Covarrubias utiliza los nuevos elementos artísticos como hicieron sus contemporáneos, que fueron, en un principio, los mismos que habían hecho los grandes templos góticos de finales del siglo XV. Combina armoniosamente los elementos estructurales del gótico – pilares con medias columnas adosadas al muro y cubiertas de bóvedas de crucería del último período de las que surgen nervaturas que semejan gigantescas palmeras que se abren en los altos techo – y los elementos renacentistas, pilastras con capiteles jónicos, arcos de medio punto, florones y adornos.
Las características de la iglesia de Yepes son las siguientes: veinticuatro esbeltas y elegantes columnas sostienen las tres elevadas naves, ligeramente más elevada la central, y las catorce capillas, dos de cabecera y las restantes en las naves laterales, aprovechando los huecos entre los botareles de descarga de la obra. La grandiosa fábrica es toda ella de sillería con ábside en la Capilla Mayor y tres puertas de entrada; la principal dedicada a San Benito Abad, Titular de la Parroquia, al mediodía la portada de la Asunción y al poniente la tercera llamada del álamo, que sirvió en 1725 para unir al templo la capilla del Smto. Cristo de la Vera Cruz.
Sirven de pórtico protector a las portadas grandes arcos de medio punto.
La torre de unos 60 metros de altura, situada a la izquierda de la portada de la Asunción, es obra de sólida construcción, de grandes sillares, dividida en tres cuerpos con ventanas platerescas en los dos primeros, al mediodía y al poniente, pareja de arcos semicirculares para las campanas en cada fachada del tercer cuerpo y antepecho abalaustrado de columnillas que coronan este mismo cuerpo, terminando la torre en agudo chapitel empizarrado.

LAS OBRAS

Las obras no comenzaron antes de 1534, cuando ya había fallecido el Cardenal Fonseca que firmara la carta fundacional. Debieron empezar en el pontificado de su inmediato sucesor D. Juan Pardo Tavera. Existe una provisión de este Arzobispo fechada en Toledo el 13 de junio de 1534 por la que se autoriza «hacer una iglesia nueva en Yepes porque la que hay es pequeña». A mi juicio debe entenderse como una confirmación de la carta fundacional de su antecesor.
Que las obras comenzaron en el pontificado del Cardenal Tavera lo confirman sus armas labradas en las ventanas del mediodía y del poniente del primer cuerpo de la torre.
Comenzada la construcción de la nueva iglesia no se procede a la demolición de la antigua que coexiste con la obra. Una disposición sinodal prohíbe oír la misa dominical y festiva fuera de la parroquia. Cuando las obras se encuentran muy avanzadas y la vieja iglesia entorpece su normal trabajo, y se entorpece gravemente el culto parroquial, los fieles son autorizados a cumplir con el precepto en la inmediata iglesia de la Madre de Dios del convento cisterciense de Madres bernardas.
Bien entrado el año 1560 todavía coexisten ambas iglesias, y dos años más tarde desaparece totalmente la antigua al reanudarse las obras que llevaban varios años paralizadas.
Para dar a la nueva iglesia la amplitud deseada se compraron las casa que había alrededor de la antigua con cargo a los fondos de Fábrica en la cantidad de 500.000 maravadíes.
Causa de múltiples quebraderos de cabeza fue la financiación de tan ingente obra, sumamente costosa. Siempre leemos que se construye con limosnas de los fieles. Por un documento de 1560, la parte principal de cabecera estaba ya edificada en 1552 y bendecida por el Cardenal Siliceo, pero las obras están paradas por falta de recursos.

VICISITUDES A LO LARGO DE LA OBRA DE LA IGLESIA

Durante los primeros veinticinco años de construcción de la Iglesia de Yepes las obras apenas si tuvieron interrupción alguna; sí hubo los altibajos de fácil previsión en obras de tales características.
Se contrataba por unidad de obra. En 1555 el Cabildo de la parroquia ajusta con Gaspar de Meléndez y Francisco Díaz, cantero y pedrero respectivamente, los trabajos de labra de cuatro pilastras con sus capiteles y su asentamiento conforme a la contrata.

A finales de 1559 las obras de la Iglesia se encuentran paradas. No hay dinero. Una memoria fechada en 1560 resulta muy interesante por el cúmulo de datos que suministra tanto de la obra realizada como de la forma de llevarla a cabo.
Presenta una minuciosa exposición de todo lo hecho hasta esa año, cálculo del coste total, necesidad de un nuevo reparto si se quieren reanudar los trabajos, etc. Fundamentan esta última petición por la necesidad de continuar la obra para evitar la destrucción de los andamios y cabestrantes que elevan los bloques de piedra, expuestos a las inclemencias del tiempo, de difícil reposición por lo costoso que resultaría la instalación de otros nuevos. Por otra parte, los canteros amenazan con marcharse, dejando la obra de cantería, cuando están conceptuados como los mejores artistas en su ramo. Graves consecuencias de todo género se sucederían de no reanudares las obras lo antes posible, pues los daños serían irreparables.
Este informe elevado al arzobispo pidiendo ayuda así lo demuestra: «Es urgente proseguir la obra de la Iglesia, porque comenzada hace 26 años, la gente ha ido en aumento y está en mayor necesidad de que se prosiga. Los maestros que este año de 1559 pasado la vieron y tasaron dijeron que acabada costaría 60.000 ducados y que lo hecho se ha gastado 33.000 ducados.
La Iglesia tenía cuando se empezaron las obras 500.000 maravedíes que se gastaron en comprar varias casas a la redonda de la Iglesia.
Tejose un pedazo de la Iglesia con parte de la vieja y demás de ser poco y no cabe el pueblo, hay grande apretura que no cabe el pueblo; de invierno de lluvia y de verano se cala de sol… como hace 10 años que se tejó de emprestado vase pudriendo y poniendo en peligro de se caer y de hacer muy grande daño a la gente».
Entre las posibles soluciones que el Concejo propone al arzobispo se sugieren las siguientes:
– Ayudar con 400 ducados como viene haciendo desde el comienzo de las obras, a condición que le den los pleitos de hidalguía.
– Que se vendan las capillas de la Iglesia que se puedan hacer.
– Sería una gran ayuda las penas de Cámara si el arzobispo renunciase a ellas a favor de la obras.
– Nuevas colectas de limosnas entre los fieles y prestación de carros para el acarreo de la piedra, como se ha venido haciendo.
– El Concejo se compromete a solicitar de su Majestad el permiso necesario para echar sisas a las carnes y la inclusión de los hidalgos en los repartos en igualdad con el resto de los vecinos.

Las Autoridades de la villa, asesorados por los maestros de obras aseguran que éstas podrían terminar, si se les conceden las ayudas que piden, en un plazo de doce años, y podrían darse por terminadas en 1572.
Parece ser que las obras se reanudaron de nuevo con parte de los subsidiarios que se pedían. El mayor empujón fue el acuerdo Concejo- Parroquia de poner en venta las catorce capillas que fácilmente podían hacerse entre los botareles y ponerlas a subasta pública adjudicándoselas al mejor postor.
De esta forma se comienzan de nuevo los trabajos en 1566, siendo alcaldes ordinarios de la villa Juan Gómez del Águila y Diego de Mora, y regidores Diego García Buey, Nicolás del Águila y Alonso de Granada.
Dirige los trabajos de cantería Juan de Istiola, vecino de la villa. En un memorial que dirige al Concejo afirma «que siempre ha servido en esta obra sin haber hecho las ausencias que otros maestros suelen hace, teniendo yo siempre respeto a hacer lo que soy obligado para cumplir con el servicio hasta poner la Iglesia en el remate que vuestras mercedes desean». Todo esto no es más que el preámbulo de una petición de aumento del jornal, que es de dos reales y medio, solicitando un adelanto de dinero para trabajar, dice, más holgadamente. Se le asignó la cantidad anual de 12.000 reales.
Entre los años 4583 al 4585, no se trabaja en la construcción de la Iglesia; aparecen las dificultades de siempre: pobreza de recursos. El cardenal Quiroga había instado en 1581 a que se trabajase en las obras con el fin de darlas por terminadas lo antes posible. No era esto tan fácil. No se podría apretar tan fácilmente las economías del pueblo.
Así las cosas, el Dr. Casarrubios, párroco de la Iglesia, recurre en dos ocasiones ante el Sr. Cardenal pidiendo autorización para pedir un préstamo a censo. Le apremiaba a ello el gran daño que caería sobre la Iglesia, 500 ducados, «al perderse la madera de los andamios y la grúa de elevación de los bloques, al estar tanto tiempo expuesto todo este maderamen a la acción destructora del tiempo»; reemplazarlos por otros nuevos era demasiado costoso. Por otra parte el maestro de cantería había amenazado con marcharse, lo que era menester evitar, pues no era fácil encontrar un maestro tan competente.
En dicho memorial el párroco termina con estas palabras: «el pueblo recibe mucho beneficio en que se acabe la dicha torre porque como no se oyen las campanas se quedan algunas veces sin oír misa los días de precepto».
Los deseados préstamos se consiguieron. El primero de 300.000 maravedíes lo concedió el Monasterio de San Pedro Mártir de Toledo el 20 de octubre de 1583. La dicha cantidad se dio a tributo por seis años a razón de 10.000 maravedíes anuales saldados por la Iglesia. De este pago se hizo cargo el mayordomo de la Iglesia D. Juan Crespo de Mora, quien manifiesta no ser gravoso a la Fábrica, pues la Iglesia tenía 75 censos anuales con un importe por año de 32.742 maravedíes y medio. Hubo que entregar del municipio un anticipo de 60.000 maravedíes para hacer frente a los réditos. La escritura, fechada el 7 de enero de 1584, concertada entre las partes decía que el censo era de 14.000 maravedíes el millar.
El 24 de mayo de 1585 nuevamente autoriza el Sr. Cardenal para el párroco un nuevo préstamo. El fin es conseguir que con este dinero, que asciende a la suma de 400 ducados, se termine los trabajos de cantería de la torre, dejando para más adelante el rematarla, pues no se esperaba poder levantar la linterna y el capitel en que termina. En esta ocasión la Fábrica de la Iglesia no podía cargar con el pago de los réditos, pero contaba con personas piadosas solventes que estaban dispuestas a hacer frente a ello en el plazo de cuatro años.
El préstamo fue hecho por las hermanas Ana y María de Robles Parra, fundadoras del hospital de la Concepción; por fiadores salieron Dámaso Marcos, Antonio de Chaves Y Diego García Buey, quienes respondían con sus haciendas al pago de los réditos.
Con estos préstamos y 600 ducados que se espera recaudar de limosnas de los fieles se reanudaron de nuevo las obras.

ÚLTIMAS OBRAS. REMATE DE LA TORRE, SACRISTÍA Y PORTADAS. EL CORO.

El coronamiento de la torre, la construcción de la sacristía y portadas, así como del coro bajo pertenecen al último tercio del siglo XVII y primero del XVIII.
Trataremos cada una de estas obras por separado.

Ø LA TORRE

A finales del siglo XVII quedaba poco dinero para terminar la torre. A los Mayordomos de la Fábrica les resultaba complicado poder conseguir desgravaciones fiscales del arzobispo alegando que carecían de fondos por las sequías, plagas de langosta y devaluación del dinero. Los arzobispos de Toledo a partir de 1575 habían dejado de ser los señores de la villa y se notaba su falta. Muchos años habían transcurrido desde que se iniciaran las obras en el 1534.
Con los distintos préstamos, ya hacía bastantes años, se había conseguido levantar el tercer cuerpo de la torre a la altura de los corredores; se cubrió la torre a cuatro aguas; esto no se deja entrever por la cuenta presentada por el Mayordomo de la Fábrica en 1657 sobre trastejo de la torre.
En 1662 el Mayordomo presentaba para la aprobación del arzobispado una cuenta de tablones, maderas y mano de obra por solar la torre. Nada se dice del corredor abalaustrado, linterna y capitel en que remata. Del capitel tratan las cuentas de 1678 con ocasión de la venida de un maestro de obras mandado por el Contador Mayor de Rentas con el fin de sacar lo necesario para su construcción.
Por desaparición del libro de Fábrica que sigue al del año1678 nos es desconocido el final del coronamiento de la torre. En 1680 se toman cuentas al comisionado del ayuntamiento, Nicolás del Águila Chaves, «de la cuarta parte de las copias para la construcción de la torre y de la sacristía de la parroquia de San Benito».

Ø LA SACRISTÍA

Los trabajos de la sacristía se demoraron largos años. Se debía, entre otras causas, al largo pleito entablado entre la Iglesia y la fundación Salazar que pretendía cerrar con reja la capilla de Santa Marta, con lo que inutilizaba la sacristía al tener ésta la entrada en la capilla. El pleito llegó hasta el arzobispado, quien no quiso zanjarlo y fue remitido al párroco que por las buenas parece llegaron a un entendimiento.
Mientras se solucionaba el contencioso Salazar- Iglesia se vino usando como sacristía el cuarto de la torre; consta que en él se celebraban las juntas del cabildo de san Pedro a contar del año 1615. No tenía techo y el suelo era de tierra; contra él se estrellaron en 1664 las pesas del reloj que se habían desprendido casualmente.
Llegamos al año 1668; a partir de este año parece que se toma en serio terminar la obra de la sacristía. En este año el párroco recurre al Consejo de Administración de la Iglesia de Toledo con el fin de sacar despachos para terminar, se escribe, la obra de la sacristía que ya está concertada. En el libro de Fábrica de 1669-70 se asientan 36.000 maravedíes para la sacristía y en visita canónica de 1678 se aprueba la cantidad de 6.688 reales de vellón que se dieron al maestro de obras.
Se abrió en la sacristía un solo hueco, demasiado alto, que proporciona muy poca luz por lo que en 1784 se abrió una nueva ventana, más grande y más baja orientada al saliente por un importe de 1.584 reales, precio que incluía los trabajos de albañilería, carpinteros, herreros y canteros amén del salario dado a cuatro hombres que pusieron de vigilantes las dos que el hueco permaneció sin reja.

Ø PORTADAS Y PUERTAS

Las dos portadas de la Iglesia, de la Asunción y de San Benito, comenzaron a labrarse ya bien entrado en el siglo XVIII. Son obras del barroco, imperante en la época. Ya con anterioridad se habían dejado preparados los huecos que habrían de ocupar las portadas, tal como puede verse en la actualidad. Provisionalmente fueron colocadas unas puertas corrientes, más o menos fuertes, protegidas con fuertes pretinas de hierro, como informa en diversas facturas de reparaciones de llaves, herrajes y cerrojos.
A principios de 1725 se están labrando las piedras de las fachadas, así como las grandes puertas en cuyos herrajes encontramos la fecha de 1727.
Se desconocen las cuentas de esta obra. Se debe a la munificencia de la rica hacendada de la villa Doña Arcanuela María del Águila Chaves, bienhechora insigne de la Iglesia y cuyo escudo heráldico puede verse en los herrajes de las puertas. Así aparece en el libro de visita de 1725, con motivo del enterramiento de su hijo D. Manuel Enríquez.
Las dos grandes cancelas fueron colocadas en 1772 y fueron labradas por los carpinteros Leonardo panadero y Joaquín de santos, vecinos de colmenar de Oreja, en la suma de 11.884 reales de vellón, pagados a partes iguales por la parroquia y el municipio.

Ø EL CORO

Extraña a cuantos visitan la Iglesia de Yepes que no tenga coro. No fue así. Tenía un hermoso coro bajo que fue destruido en 1936. Los primitivos planos contaban con levantar un coro alto que no llegó a hacerse. Pueden observarse dos arranques del futuro coro en las columnas adosadas a las naves laterales, casi a los pies de la Iglesia.
A mediados del siglo XVIII se levantó el coro bajo, casi en medio de la Iglesia, ocupando el espacio comprendido entre cuatro de las columnas centrales del edificio. Los tabiques se hicieron en 1662. Eugenio de Mora labró una reja de madera para separarlo del resto de los fieles y que fue colocada en 1664; del mismo año son las piedras de acceso y las baldosas cocidas del suelo.
Para el adecentamiento interior se adquirió en 1668 un rico tapiz por el que se pagaron 50 ducados, se hicieron escaños nuevos y bandos de respaldar. En 1674 fueron sustituidos por una rica sillería de coro, hecha en nogal que fue comprada a la capilla de Reyes de la Catedral de Toledo que costó 117.742 maravedíes, agregándosele posteiormente una crestería corrida, antepechos y tarima.

LAS CAPILLAS DE LA IGLESIA PARROQUIAL

Ya hemos visto cómo por medio de la venta de las capillas que se hicieron en la Iglesia fue posible la reanudación de las obras que estaban paradas en 1559.
El acuerdo se tomó en los siguientes términos:
«… los rincones que habían de quedar entre los botareles, fuera de la Iglesia, se metiesen dentro e hiciesen por defuera el cerramiento de la pared, para que entre los dichos botareles se ganasen doce capillas y hornacinas para dar a personas que diesen limosna para la dicha Iglesia y obra, porque todo se hace de limosna».
Fueron catorce las capillas que se hicieron en la Iglesia; a las doce laterales se le añadieron dos capillas mayores en la cabecera del presbiterio, a los lados del presbiterio. Estas capillas mayores miden 25 pies de largo por 23 de fondo y 35 de altura hasta los capiteles. Fueron dadas en 400 ducados cada una.
De las doce restantes, las cuatro del crucero miden 17 pies de largo, por 9 de ancho y 21 de alto hasta los capiteles, siendo las restantes ligeramente más pequeñas, adjudicándose las primeras en 300 ducados y el resto en 200 ducados.
Para la concesión de las capillas el procedimiento, por lo regular, era el siguiente: la persona interesada en su adquisición lo solicitaba al arzobispo en si instancia cursada por el Concejo y la Parroquia y según el trámite legal establecido se le entrega la capilla con un documento notarial que daba fe de la legitimidad de su posesión para él y sus sucesores. Si eran varios de los que optaban por la misma capilla, con autorización diocesana, se publicaba tres domingos consecutivos en la Plaza Mayor de la villa y el último en presencia de las autoridades se procedía a la subasta pública ante uno de los notarios públicos. Rematada la subasta por el procemiento de pujas a la llana, se entregaba la capilla al mejor postor, juntamente con el documento público que acreditaba su propiedad, firmado por el párroco y alcalde y refrendado del escribano público.
Toda concesión llevaba una cláusula por la que el poseedor de la capilla se comprometía a mantenerla abierta «en los días de fiesta y sermones de todo el año, a la misa mayor, a la víspera del Corpus Christi y la Semana Santa y por cuanto podía haber necesidad de lugar tener abierta la dicha capilla y sermones todas las personas que en ella cupieren, de manera que se diga que pueda decir que ocupa un lugar en las Iglesia».
En el acta de concesión de la capilla de la Purificación se puede leer: «la dicha capilla está abierta siempre a todas horas que fuere menester para que todas las personas que quisieren puedan entrar en ella a oír los divinos oficios y ceremonias que en la dicha Iglesia se hicieren y la dicha llave esté en poder del sacristán de la iglesia para abrir cada una y cuando sea necesario para dicho efecto».
No resulta fácil localizar hoy todas y cada una de las capillas tal como en su día fueron concedidas. Con el paso del tiempo cambiaron de titular y de patrono, unas veces por venta de la capilla por los herederos del primer poseedor y otros por el cambio del titular, según que los tiempos fueron dando paso a otras devociones populares.
Digamos, por último, que todas estas capillas entregaban una cantidad anual estipulada en la concesión, voluntaria a veces, para que la parroquia cuidara de su conservación. A lo largo de todo el siglo XVI y siguientes tuvieron todas estas capillas vida próspera; bastantes clérigos, muchos de ellos naturales de la Villa y parientes de los fundadores, levantaron las cargas fundacionales manteniéndose de sus rentas. Cuando llega la desamortización de Mendizábal al desaparecer los bienes dotales desaparece la clerecía que las atendía.

LAS REJAS DE LA CAPILLA

La Iglesia parroquial de Yepes posee una rica colección de doce primorosas rejas de forja que cierran la entrada a otras capillas sitas en las naves laterales del templo. Son espléndidos ejemplares de los maestros rejeros toledanos, todas ellas de finales del siglo XVI, a excepción de la que cierra la capilla del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, fechada en 1744.
De estilo plateresco, se componen de tres cuerpos separados por dos frisos de menor altura el segundo, estando formado el tercero por un coronamiento de elegante crestería.

Otros datos de autores:

«La iglesia parroquial de Yepes es la mejor de la provincia de Toledo
(fuera de las de la capital) y una de las buenas de España; harto
interesante por su mismo carácter histórico y acaso el último gran templo
labrado en nuestra patria dentro de su peculiar estilo. La torre, en que ya
campa el Renacimiento español, Triunfante en toda la línea, es en sus dos
cuerpos inferiores lo más bello del monumento y en su conjunto todo una
fábrica noble y seria, mucho más digna de encomio de la Ponz dejo a
entender en su bien conocida obra.

Se ha dicho y aún se viene repitiendo que la iglesia de Yepes es obra
del famoso Juan de Herrera. Vid. La breve descripción de este templo,
escrita por D. Vicente Muñoz e inserta al final del opósculo de D. Julián
Luis María Arranz, rotulado Historia de la Santa Reliquia que con el título
del Santo Dubio se venera en la iglesia parroquial…de Yepes (Madrid. 1857,
pag. 109). Nada sin embargo, menos cierto. Hasta el primer tercio del siglo
XVI la populosa villa de Yepes sólo contaba con una mezquina iglesia
parroquial, por lo que el Concejo interesó al Cardenal Tavera, enviándole
a su Regidor Luis de Herrera para que le recabara la necesaria licencia y
los convenientes auxilios con que labrar un nuevo y grandioso templo. El
Cardenal Tavera, por cédula expedida en Alcalá en 8 de Octubre de 1533 y
dirigida al Concejo, Justicia y Regidores de Yepes, dio su autorización
para hacer en el mismo sitio en que estaba iglesia antigua otra nueva,
“conforme a la traza de tres naves cual está hecha”, y mandaba también
que se derribara la torre existente y se construyera otra mejor. La traza
del templo era del famoso Maestro Mayor de la iglesia de Toledo, Alonso
de Covarrubias. Comenzada la obra y muerto a poco el Cardenal Tavera,
su sucesor Martínez de Siliceo concedió indulgencias y otras gracias
espirituales a cuantos con su óbolo contribuyesen a la fábrica, y, en efecto,
merced a las limosnas de los vecinos, antes de veinte años estaba
concluida. En 31 de Mayo bendijo la iglesia el Arzobispo Martínez Siliceo
en persona, vestido de pontifical, con asistencia de varios Prelados,
séquito del Primado y vecindario de la villa, según consta en otras
circunstancias en el acta notarial autorizada por Diego Barrasa, Notario
Apostólico (Documentos originales existentes en el Archivo municipal de
Yepes).

Años adelante se terminó la torre, dándose así cima a la porción
verdaderamente artística del monumento. En 1725 construyóse la capilla
del Santísimo Cristo de la Veracruz, en gran parte con donativos de los
vecinos. Posteriormente se añadió en lo alto de la fachada occidental una
feísima fábrica de todo punto indigna de la iglesia. La cual, como el actual
coro, debiera desaparecer. En 1856 el celoso Cura Ecónomo de Yepes D.
Julián Luis María Arranz, ayudado por todo el vecindario y por el
Cardenal y arzobispo de Toledo Sr. Bonel y Orbe, llevó a cabo una
limpieza general de la iglesia, de que se hallaba muy necesitada, y renovó
el embaldosado de toda ella, bendiciéndose solemnemente de nuevo el
templo en 23 de Junio de aquel año.» “Catálogo Monumental de la
Provincia de Toledo. Jerónimo López de Ayala- Álvarez de Toledo, Conde de
Cedillo. 1912.”


«La iglesia parroquial de Yepes se comenzó a reconstruir en la primera
mitad del siglo XVI. Hasta entonces había existido un pequeño templo y
el concejo de la villa pidió ayuda al arzobispo toledano, al Cardenal
Tavera, para comenzar la construcción de una nueva fábrica. Juan Pardo
Tavera, por cédula del 8 de octubre de 1533, dio su autorización para
levantar un nuevo templo “conforme a la traza de tres naves cual está
hecha”, debiéndose también derribar la vieja torre y erigirse una nueva.
Parece ser que el proyecto de, de Alonso de Covarrubias, databa de 1532 y
se había realizado por encargo del Cardenal Fonseca.

Los trabajos dieron comienzo en 1534 pues ese año se recibía en Yepes
una provisión del Cardenal Tavera, del 13 de junio, para que se tomaran
diferentes casas para agrandar el solar del nuevo templo parroquial.
Según el Conde de Cedillo, el templo estaba acabado en 1552, al ser
bendecido el 31 de mayo por el Cardenal Siliceo. Esto no es
completamente cierto. La iglesia se bendijo en esta fecha pero sólo se
debía de haber acabado la cabecera y capilla mayor, dado que las obras
continuarían todavía por muchos años. En 155, el 17 de febrero, los
canteros Gaspar de Meléndez y su suegro Juan Díaz, ambos vecinos de la
villa, se obligaron al cabildo colegial a labrar y asentar cuatro pilares de
piedra con sus capiteles. Al año siguiente, el 2 de septiembre de 1556, el
maestro de cantería de Yepes Martín de Ibarra otorgaba una escritura de
poder a otro Martín de Ibarra y a Juan Ruiz de Ibarra, vecinos de
Navarruiz y ausentes de Yepes en aquella fecha, por lo que sabemos que
los tres colaboraban en la obra de la iglesia. También es posible que
intervinieran los pedreros, padre e hijo, Gabriel y Cristóbal Rodríguez que
en 1555 contrataban la obra del puente de Yepes.
En 1559 la obra se detuvo, fue medida y tasada en 1560 se daba una
memoria sobre el estado de los trabajos. Se había techado
provisionalmente, era necesario más dinero para construir las Bóvedas y
se pretendía acabar en 1572. En 1566 el maestro de cantería de Yepes
Juan de Istiola solicitaba dinero para proseguir la fábrica que el mismo
dirigía.

Con la iglesia se fueron levantando los dos primeros cuerpos de la
torre. En 1581 el cardenal don Gaspar de Quiroga dio licencia para
levantar el último cuerpo o campanario. Aunque la obra estuvo detenida
entre 1583 y 1585, este mismo año se continuaba y se remataba la obra de
cantería. El chapitel debió tardar en levantarse pues en 1609 el cabildo
catedraliceo discutía qué traza seguir para esta obra, quizá dudando entre
la elección de una del entonces maestro mayor Juan Bautista Monegro o
la de su antecesor Diego de Alcántara, maestro mayor en 1581. No
sabemos cuál de ellas se elegiría finalmente.
Hacia 1690 se levantó la sacristía y en 1725 la barroca capilla del
santísimo Cristo de la Veracruz. De estas dos fechas debe datar la portada
occidental, a los pies de la parroquia.» “La arquitectura del Renacimiento
en Toledo (1541-1631). Fernando Marías. 1983.”
«La iglesia parroquial de Yepes es uno de los mejores ejemplares que
de arquitectura religiosa se conserva en la provincia de Toledo. Su
construcción data del siglo XVI y su autor fue el conocido arquitecto
Alonso de Covarrubias. Se edificó por deseo expreso del Cardenal Don
Juan Tavera, quien autorizó las obras en 1533. Dada la importancia que
había que revestir esta iglesia fueron encargadas sus trazas al más
importante arquitecto de la región toledana por entonces, Alonso de
Covarrubias.

Como era habitual, comenzaron las obras por la Capilla Mayor, pero
faltando recursos, estas se llevaron a cabo muy lentamente y por ejemplo,
la sacristía es obra posterior. No obstante, el edificio tiene una gran
unidad y podemos considerarle como una de las obras más acabadas de
Covarrubias. Lo único que difiere del estilo de este arquitecto son las tres
pequeñas portadas de la iglesia que se pueden encuadrar dentro del estilo
Barroco, pero que entonan correctamente con el resto de la fábrica.
La iglesia tiene planta de salón, cuatro tramos sin señalización
expresa de crucero, capilla Mayor de planta poligonal y dos capillas
colaterales absidiales. Los pilares que separan los tramos son muy esbeltos
y de una muy buena traza Renacentista y las bóvedas siguen tradiciones
medievales son de crucería estrellada.

Toda la fábrica es de piedra de sillar, labrada con gran magnificencia.
Es necesario destacar la torre, magnífico ejemplar del siglo XVI en sus
dos primeros cuerpos, donde aparecen todavía platerescas, y del siglo
XVII en el cuerpo final, típicamente herreriano. Se corona por chapitel de
abolengo escurialense.» “Decreto 164/1992, Consejería de Educación y
Cultura. Junta de Comunidades de Castilla – La Mancha.”

Declarada Bien de Interés Cultural (BIC), con la categoría de
monumento DOCM 18/12/1992.